¿Por qué alguien elige ser artista sabiendo que implica una vida precaria?

Digamos la verdad: dedicarse al arte es, en muchos sentidos, una locura. Es lanzarse al mar con un bote sin remos, con la esperanza de que la corriente —si uno sabe escucharla— te lleve a algún sitio con tierra firme y algo de luz.

Pero, ¿por qué alguien lo hace? ¿Por qué, sabiendo que hay caminos más estables, más predecibles, más “seguros”, uno elige la música, la danza, la palabra, la imagen?

No es una respuesta simple, pero sí es profundamente humana.

1. Porque no hay otra opción

Ser artista no siempre es una decisión. A veces es una urgencia. Una voz interna que no se calla. Una necesidad de traducir lo que se siente en forma, en sonido, en materia. Cuando uno lo intenta dejar, la vida pierde sentido. Y entonces, incluso con miedo, vuelve.

2. Porque el arte es una forma de resistir

En un mundo saturado de ruido, prisa y fórmulas vacías, el arte se convierte en un acto de resistencia. Es decir: “esto que siento, que observo, que imagino, vale la pena ser compartido”. En ese gesto hay dignidad. Hay belleza. Y hay también una fuerza subversiva: la de quien crea sin pedir permiso.

3. Porque sí hay recompensa, aunque no sea económica

Un aplauso íntimo. Un mensaje de alguien que se sintió acompañado por una canción. Un silencio colectivo frente a una función. Un niño que dibuja después de verte pintar. Esos momentos valen. Son fugaces, sí, pero reales. Y muchos artistas viven para eso: para tocar la vida de otro, aunque sea por un segundo.

4. Porque el arte también construye comunidad

No se trata sólo de crear para uno mismo. El arte convoca. Une. Organiza. Permite que aparezca otra forma de estar juntos. Una que no se basa en el consumo o la productividad, sino en la escucha, en la vulnerabilidad, en la experiencia compartida.

5. Porque el arte da sentido

Quizá lo más poderoso: el arte da sentido. Y eso no es poca cosa. Porque el mundo puede ser muy gris, muy cruel, muy frío. Y el arte —con todas sus formas— nos recuerda que hay todavía espacios donde el alma puede respirar.

¿Implica precariedad? Sí. ¿Renuncias? Por supuesto. Pero quienes lo eligen de corazón lo saben: hay cosas más importantes que la seguridad. Como la libertad. Como la verdad. Como ese temblor que aparece cuando una obra se termina y —aunque nadie lo vea aún— uno sabe que algo esencial ha sido dicho.

¿Y tú? ¿Qué estás eligiendo sostener, aunque cueste?

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