A veces, en la música, no queremos pasar mucho tiempo pensando en una armonía creativa. Existen dos acordes que son básicos para acompañar prácticamente cualquier melodía.
Esos acordes son la tónica I y la dominante V. Dado que este último tiende a resolver hacia el primero, esta combinación funciona siempre, y tales acordes pueden usarse durante toda una pieza formando un buen ostinato.
Como ejemplo, queremos presentar una canción pop llamada Luz del Corazón.
Analicemos la grabación para establecer un punto:
Si uno escucha con atención el teclado, éste solo se mueve de Fa a Do. El resto de la canción lo complementan la batería, la guitarra y el bajo. Sobre todo ello aparece la melodía, con letra cantada por el autor de estas líneas.
El lector podría preguntar: “¿Qué hace interesante esta canción si solo presenta dos acordes?”. En este caso, la variedad en el ritmo y en la línea melódica del bajo.
La guitarra rítmica se mueve en corcheas, y la grabación tiene un efecto sobre la guitarra que la hace perfecta en el tiempo. Por lo tanto, se convierte casi en un colchón armónico.
El bajo, por otro lado, “canta” una melodía en estilo contrapuntístico con la voz. Básicamente toca notas de los arpegios y de las escalas mayores, pero imita rítmicamente al cantante.
La melodía de la canción tiene dos partes bien definidas: A y B. Esta condición ayuda a reforzar el contraste entre melodía y armonía.
Puede ser útil para el compositor tener una progresión armónica sencilla, pero es necesario comprometerse para que suene interesante. La melodía debe encargarse de aportar variedad, al igual que los instrumentos o voces acompañantes.
Invitamos al lector a intentarlo: escriba una canción usando solamente dos acordes.


